Materialismo Político

Introducción al materialismo político

¿Qué es el Materialismo Político?

El Materialismo Político, es una concepción ontológica, gnoseológica, antropológica, ética y moral, histórica, política y estética del mundo propuesta por el polítólogo español Santiago Javier Armesilla Conde. Es la construcción de un mapamundi, una cartografía, un GPS que nos ayude a entender de manera crítica la realidad, para la elaboración de una teoría que nos sirva como una guía para la acción.

Es decir, un conocimiento y una visión integral de la realidad para usar dicho conocimiento como instrumento fundamental para transformar la misma.

Esta definición que intenta ser precisa puede resultar para el simple lector, no habituado a temas filosóficos, algo compleja o inentendible. Pero no hay que asustarse. Vamos a explicarlo por partes.

Decimos que es una Concepción porque es una “idea” o “una manera de entender las cosas”, de concebir, de entender y conocer el mundo y cómo éste funciona.

Una “Concepción ontológica” significa una manera de entender las cosas desde su esencia material y real, es decir, filosóficamente. “Gnoseológica” significa una manera de entender las cosas desde el conocimiento. “Antropológica” significa una manera de ver y entender el mundo desde el conocimiento humano y una manera en que el ser humano se ve a sí mismo en el mundo.

“Ética y Moral”, por su parte, significa que pretende, desde “esa manera de ver las cosas y el mundo”, constituir un conjunto de valores y normas que valoren y dirijan el comportamiento humano en una comunidad.

Pero, además, decimos que es “histórica” porque esta concepción, ésta forma de ver las cosas y el mundo, está afirmada en un tiempo histórico y tiene un recorrido temporal. Un recorrido temporal que es el recorrido de la Historia humana en las distintas sociedades políticas, donde los hombres en su quehacer diario práctico fueron transformando el Mundo y así transformándose a sí mismos.

Decimos y afirmamos que ésta es una concepción “política” y esto es muy importante. Y es “política” porque nace en una “polis”, en una sociedad política, o en un conjunto de sociedades políticas, en una Civilización, la nuestra, la Civilización Iberófona, como producto cultural inequívocamente iberófono para cambiarla, para transformar nuestra Civilización al tiempo que se la defiende. Sin la organización de nuestras comunidades en sociedades políticas no habría posibilidad de desarrollar ningún tipo de conocimiento tecno-científico, ni filosófico y, por ende, no habría forma de tener una concepción racional materialista del mundo.

Y, finalmente, es una concepción “estética”, porque desde sus parámetros filosóficos y desde la práctica resultante de ésta, buscará nuevos valores de lo bello en el arte, en la Cultura y en la Naturaleza.

Pero ésta concepción del mundo, la que afirmamos acá, tiene un propósito. No es una simple forma de “concebir”, de ver y entender el mundo, sino que, usando el conocimiento que nos da esa forma de ver y entender el mundo, nos servirá como guía para transformarlo.

Ahora bien. ¿Por qué es importante tener una concepción filosófica del Mundo? ¿Por qué es importante entender las cosas desde su raíz, desde su esencia material y real, es decir, filosóficamente? Respuesta: Para no caer en el engaño de interpretar el Mundo según cosmovisiones ideológicas ajenas a la realidad. Todo el sistema educativo oficial en sus distintos niveles, es una creación de la cultura dominante de la sociedad política en la que habitamos. Y esa cultura dominante, no es cualquier cultura, sino, que es “la cultura” de la Clase dominante: la Gran burguesía o clase capitalista en nuestra era, “la clase” que posee los medios de producción.

Todas las Sociedades Políticas que han existido y que existen, hasta ahora, tienen estamentos, castas, clases sociales. La clase social dominante es aquella que por ser la dueña de los elementos materiales que permiten la Producción de todas las cosas que se necesitan en las distintas sociedades para que los sujetos puedan vivir (las tierras, las fábricas, las Universidades, etc.), es la que dirige y la que produce la cultura dominante. Y esa cultura dominante es la que produce “la manera de ver y entender las cosas y el mundo”. Así, al final, toda la sociedad, casi todos los sujetos (en general) que habitan dicha sociedad, adoptan la forma y “la manera de ver y entender el mundo” de la clase dominante. En nuestras sociedades, no importa qué lugar uno ocupe en la sociedad, casi todos nosotros adoptamos, de forma consciente o inconsciente, total o parcialmente, “la manera de ver y entender el mundo” que nos impone la clase dominante. De ahí que nuestra visión del mundo hoy se rige por la lógica del capital, es decir, por la lógica de la mercancía, donde todo se puede comprar o vender, en acto y potencialmente. Y ésta es la filosofía que predomina hoy en día en la inmensa mayoría de las sociedades políticas del mundo.

Entonces, estamos hablando de filosofía, pero ¿qué es la filosofía?

Vulgarmente, se entiende por filósofo a alguien que vive en las nubes o a una persona que toma las cosas por el lado bueno, que “no se hace mala sangre”, que se toma la vida “con filosofía”. Pero, en realidad, muy al contrario, el filósofo es aquel que quiere aportar a ciertas preguntas respuestas precisas, y, si se considera que la filosofía quiere dar una explicación de los problemas del universo (¿de dónde viene el mundo?, ¿adónde vamos?, ¿cuál es el sentido de la vida? etc.), o a nuestros problemas diarios y cotidianos, entendemos entonces la importancia de la filosofía.

La filosofía es un conocimiento, un saber crítico (porque analiza racionalmente), sistemático, metódico (porque se hace con un orden lógico y racional) que se pregunta por lo que existe y por el fundamento de lo que existe, el ser.

¿Y qué es lo “que existe”? Lo que existe es LA REALIDAD, lo que podemos tocar, ver, pensar, sentir e incluso lo que existe más allá de nuestra conciencia, que, conforme avanza nuestro conocimiento, podemos ir develando y conociendo. Aunque la inmensa mayoría de los fenómenos de la REALIDAD no los conocemos nunca o no los conoceremos jamás.

Entonces, ¿para qué necesitamos estudiar filosofía? Para poner un orden RACIONAL, una lógica, una sistematización a lo que conocemos y vamos conociendo. Poner en orden nuestras ideas con el mundo real que existe.

¿Y para qué necesitamos “poner en orden nuestras ideas con el mundo”? Para entender Y PODER EXPLICARNOS RACIONALMENTE EL MUNDO y saber qué lugar ocupamos y qué papel jugamos como TRABAJADORES en este mundo que nos toca vivir: el mundo actual dominado por el régimen de la propiedad privada de los medios de producción, el mundo capitalista.

Pero nosotros, como trabajadores, no solo ocupamos un lugar en el “mundo económico” como clase social, sino que también ocupamos un lugar en el “mundo político”, como clase nacional y como nación, ya que el mundo está dividido políticamente en naciones, en Estados nacionales. Esto no quiere decir que neguemos la solidaridad que puede o podría existir entre clases obreras de distintas naciones. Lo que decimos es que para que exista real solidaridad entre clases trabajadoras de distintas naciones éstas clases trabajadoras, primero, deben elevarse a LA CONDICIÓN DE CLASE NACIONAL en sus respectivas naciones conquistando el Estado para destruir su estructura de poder y para, desde ahí, desde la conquista del poder nacional a través de la conducción política del Estado nacional, disolver el Estado burgués y transformarlo en Estado proletario, en una República Democrática-Popular Obrera, para que desaparezca el conflicto capital-trabajo y, así, ejercer el verdadero internacionalismo.

Pero volviendo a la pregunta inicial… ¿por qué estudiar filosofía? La filosofía es necesaria para, a partir de ordenar nuestras ideas que provienen del mundo que conocemos y en el que actuamos, poder elaborar una teoría. Una teoría que nos sirva como guía para cambiar el mundo, para cambiar nuestra situación en el mundo y para transformarnos a nosotros mismos.

Aquí vemos que hablamos de “cambiar”. “Cambiar” es una acción, lo que se denomina “Práctica”. ¿Qué es la práctica? Es el hecho de realizar, es “Hacer”. Por ejemplo, la industria, la agricultura, realizan (es decir, convierten en realidad) ciertas teorías (teorías químicas, físicas o biológicas). Esto como trabajadores lo conocemos bien. Lo hacemos todos los días. Trabajar es una práctica, una práctica de transformar cosas. Así el hombre transforma la naturaleza a través del trabajo y al transformar la naturaleza produce cultura, produce “su” mundo y se transforma a sí mismo.

¿Qué es la teoría? Es el conocimiento (técnico-científico) de las cosas que queremos realizar. Un conocimiento que se adquiere a través de la experiencia de la práctica (en el tiempo) al sistematizarla.

Como dice Politzer: “Se puede ser únicamente práctico -pero entonces se realiza por rutina. Se puede ser únicamente teórico -pero entonces lo que se concibe es a menudo irrealizable (algo que queda en “la teoría”). Por consiguiente, es preciso que haya conexión entre la teoría y la práctica. Toda la cuestión consiste en saber cuál debe ser esta teoría y cuál debe ser su conexión con la práctica.”

La relación Teoría-Práctica es una relación dialéctica. Para hacer hay que conocer, y para conocer hay que hacer.

Por eso, ahora nos queda claro que para conocer el mundo y poder cambiarlo, desde nuestro lugar como trabajadores, hace falta una teoría revolucionaria que una la teoría con práctica. Y esa teoría práctica es el MATERIALISMO POLÍTICO. Como decía Lenin: “Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario” (Lenin, ¿Qué hacer?, 1902).

Unir teoría y práctica es algo que hacemos todos los días como trabajadores en nuestras rutinas, en nuestros “mundos de trabajo”. Para hacer correctamente nuestro trabajo debemos tener conocimientos acerca de cómo hacerlo (un albañil sabe cómo preparar cemento, un cirujano sabe cómo realizar una cirugía, un ingeniero sabe cómo diseñar y construir un puente, etc.). Eso mismo lo debemos realizar en nuestras sociedades políticas para darles racionalidad, generar comunidad política y asegurar su existencia en el tiempo.

El MATERIALISMO POLÍTICO es una filosofía heredera de las corrientes del pensamiento filosófico materialista. ¿Pero, qué es la filosofía materialista?

Aquí existe una confusión que debemos aclarar inmediatamente. Vulgarmente, se entiende por materialista aquél que solo piensa en gozar de los placeres materiales de la vida, alguien que está apegado a lo material o alguien “interesado” o que hace las cosas “por interés personal” utilizando a las cosas y a las personas. Jugando con la palabra “materialismo” -que contiene la palabra “materia”- se ha llegado así a darle un sentido completamente falso, negativo, que tiene que ver con lo sucio, lo mundano, lo utilitarista, con el dinero, el “interés”, etc.

Pero filosóficamente “materialismo” significa otra cosa. Materialismo, desde la filosofía, es la corriente de pensamiento filosófico que tiene como base la centralidad de la materia, de lo material.

¿Y qué es la materia? Concebimos a la materia como la realidad, como todo lo que existe, como todo lo que fue, es y será, una realidad plural (es decir, multidimensional) y en constante movimiento y cambio (la Realidad siempre es dinámica). Es decir, desde la filosofía entendemos a la materia como una idea, una entidad o concepción filosófica, no como categoría o concepto científico (pero que necesariamente se apoya en las ciencias).

Para nosotros la materia es una entidad ontológico-filosófica que excede lo físico corpóreo, los cuerpos, con lo que vulgarmente se la suele confundir. Es decir, la materia es excedida por lo material.

La Física, como ciencia categorial, nos podrá decir que la materia está hecha de pequeñas unidades materiales denominadas moléculas, las que, a su vez, están conformadas por unidades más pequeñas aún denominadas átomos, y si prosiguiéramos indagando entraríamos en las unidades subatómicas como los quarks. También la física nos podrá explicar que, materia (física) y energía son dos caras de la misma moneda. Pero estas categorías del campo de la Física no nos pueden explicar qué son las emociones, o que son las ideas o los conceptos abstractos. Menos aún se podrá explicar, desde las categorías químicas, biológicas o, incluso bioquímicas, la Historia de las sociedades políticas o la propia Historia de las ciencias. Pero, aun así, las ciencias nos intentan explicar, desde sus respectivos campos categoriales particulares, “partes” de esa realidad, “partes” de la materia, pero no pueden explicar a la materia como totalidad. Por eso decimos que Materia es una entidad filosófica y no un contenido categorial de alguna ciencia determinada, porque ella (la materia), en realidad, está presente en los más diversos ámbitos categoriales, en todas las ciencias, y en toda actividad humana, porque la materia es la realidad en sentido de totalidad. TODO LO REAL ES MATERIAL Y TODO LO MATERIAL ES REAL y esto es filosofía pura, que engloba, pero a la vez desborda a las ciencias.

De ahí que afirmamos: Materia es todo lo que existe independientemente de la conciencia humana. Por lo tanto, hay una “parte” de realidad que a través de la actividad operatoria humana (las ciencias, los conocimientos, el trabajo) podemos conocer, que podríamos llamar materia “determinada”, (LA PARTE DE REALIDAD QUE CONOCEMOS) y hay otra parte de esa realidad que desconocemos, (nuestra ciencia y nuestros conocimientos no nos alcanzan para conocerla) a la que podríamos llamar materia “indeterminada” (LA PARTE DE REALIDAD QUE NOS ES DESCONOCIDA, que es la mayor parte de la Realidad).

Es decir, las ciencias nos podrán explicar partecitas de la realidad, pero sólo nos podemos hacer una idea de totalidad de la Realidad desde la filosofía. Siendo, incluso, insuficiente pensar la realidad como una sola totalidad dado el carácter abierto, diverso, inacabado, infecto e infinito de la misma, pudiéndola pensar como conjunto múltiple de múltiples realidades, habiendo una Realidad genérica que contiene realidades específicas, lo que cuestionaría la “unicidad” del Mundo. Es decir, no podemos cerrarnos a la idea de que haya múltiples realidades más allá de lo que podemos conocer. Pero cuidado, sin que esto signifique caer, desde esta posibilidad, en la religiosidad ni en el idealismo, ya que no aceptamos a las religiones o a las filosofías idealistas como explicaciones racionales del Mundo porque ellas se pretenden situar por fuera de la/las Realidad/es.

Una digresión. Aquí es importante aclarar que desde el Materialismo Político cuestionamos filosóficamente a las religiones, pero no nos oponemos a que los sujetos sean religiosos o profesen la religión que quieran. No hay que confundir bases filosóficas con objetivos políticos. En ese sentido nuestra práctica política debe ir hacia la construcción de consensos y la acumulación de voluntades para alcanzar nuestros objetivos políticos de cambios revolucionarios dentro de nuestras sociedades políticas. Enfrascarnos en discusiones secundarias con potenciales aliados nos debilitarían y nos desviarían de nuestro objetivo estratégico principal: la Revolución, es decir, la elevación de la clase trabajadora a la condición de clase nacional y la instauración de un Estado socialista obrero en cada una de nuestras naciones iberófonas que permita el desarrollo y el sostenimiento de nuestras sociedades políticas y de las personas que las conforman.

Por lo tanto, el MATERIALISMO POLÍTICO, que adhiere a esta concepción filosófica de materia, es un sistema filosófico en construcción, producto de fusionar dos corrientes filosóficas materialistas, la de Marx (el materialismo histórico, vulgarmente conocido como “marxismo”) y la del filósofo español Gustavo Bueno (materialismo filosófico), purgando algunos elementos como son el teoreticismo ( el conocimiento por el solo hecho de conocer, la excesiva teorización de las cosas y los conceptos), el nihilismo (corriente filosófica que sostiene la imposibilidad del conocimiento, y niega la existencia y el valor de todas las cosas ) y el excesivo actualismo (la creencia de una realidad estática sin posibilidad de cambios). Pero además el materialismo político se nutre de otros pensadores que ya veremos más adelante.

¿Y por qué denominamos a nuestra filosofía-doctrina MATERIALISMO POLÍTICO?

Materialismo: porque remite a que la realidad es una totalidad plural material en un constante movimiento, cambio y devenir, que niega la posibilidad de entes inmateriales y conciencias incorpóreas (es decir, por la experiencia sabemos que existen cuerpos sin pensamiento, como las piedras, los metales, la tierra, pero nunca existen, ni pueden existir, pensamientos o espíritus sin cuerpo.)

Político: porque la racionalidad humana más desarrollada es producto de la vida política. Es imposible el desarrollo de las disciplinas y los saberes de 1er grado (técnicos, tecnológicos, científicos, antropológicos, políticos, matemáticos, físicos, biológicos, etc.) como así las de 2do grado (la filosofía) fuera del marco de las sociedades políticas. Se necesitan, sí o sí, este tipo de organizaciones humanas con este tipo de complejidad, organización y grado de desarrollo como base. Pero además porque su objetivo, al contrario de todo tipo de gnosticismo (conocimiento por sí mismo, sin aplicación práctica), es su implantación política en sentido fuerte para transformar la realidad.

De estas definiciones se desprende que nuestra concepción materialista de la vida política (materialismo político) se opone frontalmente tanto al espiritualismo mundano que estudian los antropólogos o los sociólogos (el oscurantismo plebeyo, el “misterio” popular, las “ciencias” ocultas, el tarot, la superchería en general, etc.), como al espiritualismo académico, filosófico (idealismo-metafísica) o teológico (religioso). Y decimos que se opone a todo tipo de espiritualismo porque el sustancialismo metafísico (es decir, dar base, dar sustancia o fundamentar una idea sobre sí misma como si estuviese por encima o por fuera de la realidad) es imposible por contradictorio, ya que eterniza, absolutiza e inmoviliza determinadas morfologías del Universo, separándolas de otros elementos de la realidad o de cualquier relación causal en que necesariamente están insertas, dándole (a la idea metafísica) una contradictoria e imposible autonomía como si construyésemos una casa en el aire sin sustentos sólidos concretos. No puede tener autonomía la conciencia al margen del cuerpo. Las ideas sustancializadas sobre sí mismas, no dialécticas, hipostasiadas metafísicamente, sólo son ideas filosóficas llevadas al límite en totalidades imposibles, con una racionalidad metafísica que se revela como una pseudo-racionalidad corrupta que se da de bruces con la realidad efectiva. Así ocurre con las ideas de Dios, espíritu, fantasma, utilidad marginal o la idea de la Autodeterminación de las Naciones. Esta última idea -que conforma el gran error histórico de Lenin- es, en realidad, una secularización de la idea divina de “creación”, introducida en la Historia de las ideas por el judaísmo y heredada, a su vez, por el cristianismo, que trata de casar, ensamblar y fusionar con la filosofía griega a través de la fallida y falsa síntesis escolástica aristotélico-tomista medieval. Los griegos materialistas, que ya conocían esta idea como idea de “autos” o “causa de sí”, la rechazaban porque para ellos Dios (o los dioses) y el Mundo eran eternos, y no producto de creación alguna. Para Heráclito “el mundo, unidad de todo, no ha sido creado por nadie entre dioses, ni por nadie entre hombres, sino que fue, es y será un eterno fuego vivo, que se enciende y se extingue con sujeción a leyes”.

En pocas palabras, no hay nada por fuera o por encima de La Realidad. Porque si estuviese “por fuera” o “por encima” de La Realidad, entonces NO EXISTE, no tiene posibilidad de existir porque NO ES REAL.

Por lo tanto, el materialismo será toda corriente que niegue la posibilidad de conciencias incorpóreas. Para el materialismo la conciencia no solo implica corporeidad (tener un cuerpo) sino también vida con un sistema nervioso desarrollado en un organismo que sea capaz de percibir y operar (es decir, interactuar) en y sobre el Universo-Mundo, es decir, con el mundo que conocemos y habitamos.

El Materialismo Político rechazará, por lo tanto, el idealismo (predominio de la idea sobre la materia) en general, el subjetivismo (predominio de lo subjetivo sobre lo objetivo y concreto), el individualismo y el solipsismo (la idea de que la realidad existe por el solo hecho que la conciencia del individuo la concibe.)

El Materialismo Político realiza la fusión doctrinal de la Concepción Materialista de la Historia de Marx con el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno. Una fusión que los más furibundos y recalcitrantes seguidores de las falsas ortodoxias de ambas corrientes filosóficas han visto y ven con desprecio. Pero que, consideramos, es fundamental no ya solo para tener un marco teórico materialista realmente potente a la hora de entender y comprender la Realidad en su sentido más amplio, sino también para transformar la parte de la misma en que la vida política se ha desarrollado, la nuestra, y sin la cual es imposible tener una concepción plural, infinita y dinámica de la Realidad.

Con el tiempo, y como dijimos antes, más influencias se han unido a la hora de construir este Materialismo Político, una doctrina en constante construcción, y a la que, estimamos, le queda mucho camino por recorrer. Entre esas influencias tenemos que citar la teoría de la insubordinación fundante del politólogo argentino Marcelo Gullo. La Teoría de la Insubordinación Fundante es una reconsideración de los procesos de acumulación originaria capitalistas, vía proteccionismo, fundamental para construir el poder nacional de los Estados, sean estos capitalistas o socialistas. También la filosofía de El Capital del filósofo español Felipe Martínez Marzoa, la interpretación filosófica más potente escrita en español sobre la crítica de la economía política realizada por Marx, que puede ser compatible con ideas de Bueno reconstruidas desde nuestro Materialismo Político. Las ideas sobre el ser nacional del filósofo marxista argentino Juan José Hernández Arregui, y la concepción o idea de “ecúmenes” geopolítico-culturales como la de las plataformas políticas, basándonos en la idea de IBEROFONÍA propiciada por el geopolitólogo Frigdiano Álvaro Durantez Prados, y también las teorías económicas y tecnológicas de la escuela CibCom, o cibercomunista, del grupo CibCom de España, con el sociólogo Maxi Nieto a la cabeza, y de teóricos como Paul Cockshott y Allin Cottrell.

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